Juan Pablo II alzando un crucifijo: "La cuaresma y semana santa acudieron a sus penitencias con devoción grande, [en Carigara], derramando su sangre con tanto fervor, que era menester irles a la mano. Y esto con tan buen deseo y fervoroso que, los que, por no alcanzar túnicas, no salían, esperaban las ensangrentadas para volver de nuevo a bañarlas con su sangre". (Pedro Chirino, 1604: 173)

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