En setiembre de 1467, el ejército de Alfonso XII entró en Segovia gracias a unos traidores que abrieron sus puertas. La reina Juana abandonó el palacio de San Martín, se precipitó a la catedral, y después a la seguridad del poderoso alcázar, la fortaleza con torreones puntiagudos que corona un espolón inexpugnable que se levanta en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores. (Tremlett, 2017: 57)

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