Máximo exponente del segundo ciclo dramático de las letras castellanas en el siglo de oro, Calderón se orientó hacia la consecución de la perfección en sus piezas, enmarcadas en el barroco hispano, armónicas y redondas, imbuidas de catolicismo y valores universales, aunque a veces sistematizadas en una arquitectura de contención y retorcimiento conceptual. (Jaume Vicens Vives, 1959: II, 40)

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