"En el año 1826, Francisco de Goya hizo un rápido viaje a Madrid desde su exilio en Burdeos para arreglar su pensión como pintor de cámara, ocasión que aprovechó Vicente López para pintarle esta efigie, con destino al museo real, como homenaje y reconocimiento a su figura, que quedaría así consagrada para siempre entre los muros del museo del Prado". (José Luis Díez García, 2007: 128)

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